"Hackear" el aprendizaje: Reflexiones sobre las oportunidades, la singularidad humana y el talento.

Por Juan Manuel Petrissans, Co-Founder & Managing Director - The Electric Academy.  // Tiempo de lectura: 5 minutos.

¿Qué tienen aquellos que cambian el mundo? ¿Qué los hace distintos a los demás? ¿Acaso nacen con un don especial, o con talentos que van más allá de lo que el resto de nosotros puede comprender? ¿Son seres especiales, elevados, únicos en su tipo?

Desde hace unos cuantos años ya, estas preguntas azotan mi mente casi todos los días, a veces intencionalmente, y otras, de forma aleatoria e inesperada. Siento como me golpean cada vez que el talento de un niño me conmueve en algún video o programa televisivo, o cuando escucho o leo la historia de superación de algún joven, mientras la piel se me eriza acompañando las imágenes que el relato genera en mi mente.

La búsqueda por la comprensión del talento y la singularidad de éste ha sido, por así decirlo, mi obsesión. Me ha conducido por años a través de charlas, seminarios y programas, me ha acompañado -y aún lo hace hoy- como una voz en el fondo de mi cabeza cada vez que me pierdo por los pasillos de alguna mágica librería, y es también el objeto en el que mi mente divaga cuando veo a mis alumnos interactuar en alguna clase de forma extraordinaria. Me tomó casi treinta años entender que esta búsqueda obsesiva era mi propósito y que a ella me entregaría como guía para mis acciones durante el resto de mi vida.

Sucede que hoy, esta búsqueda con la que me he obsesionado durante tanto tiempo se ha vuelto súbitamente relevante para una cantidad de personas. Diría que hoy, es más vigente y relevante de lo que ha sido nunca. Y es que hoy, el mundo se enfrenta a una crisis. Una crisis que está profundamente signada por el desafío de la singularidad del talento humano en un mundo que ha colocado todo su conocimiento, esfuerzo y recursos en la estandarización masiva.

El debate del talento humano y su singularidad, no obstante, no es nuevo. Ha ocupado las mentes y almas de personas brillantes durante siglos. Y si bien la lupa de estas grandes mentes ha arrojado indicios para su comprensión, nuestra sociedad arriba al siglo XXI cayendo en la cuenta de que no hemos debatido lo suficiente sobre el tema, y que muchos de los elementos de nuestra actualidad que como sociedades y culturas nos interpelan, encontrarían mejores respuestas con una comprensión más profunda de este fenómeno del que tan poco sabemos. Buscamos respuestas que no tenemos, y como todo lo que no es conocido y familiar, esta búsqueda y el proceso que ésta implica nos llena de temor.

En este marco, es cada vez más común escuchar diversas voces alzarse sobre la premisa compartida de que nuestros sistemas educativos son los responsables finales de esta crisis, que son obsoletos, defectuosos, inadecuados, carentes de sentido para los desafíos actuales, y que, por ende, han fracasado en su propósito.

De esta forma, y casi sin proponérselo, estas voces críticas han colocado como el centro del problema al instrumento más poderoso que tenemos como civilización para hacer frente a las crisis de sentido, como lo es la actual. Por así decirlo, nos la hemos arreglado -con el arma letal del reduccionismo como principal socia- para transformar la solución en problema, arrojando a sus actores más relevantes a los fuegos de la inquisición postmoderna en el proceso. Desfilan por la hoguera de la opinión pública maestros, profesores y diversas autoridades responsables del diseño de las políticas educativas, mientras algunos faros de esperanza comienzan a erigirse en lugares tan remotos como pintorescos para nosotros.

Mientras los resultados alcanzados en países como Finlandia, Estonia o Singapur oxigenan la esperanza de nuestras sociedades respecto del futuro del aprendizaje, surgen en este otro extremo del mundo grupos que, escudados en el anonimato de las masas, e ignorando en este proceso las complejidades sociales, culturales y económicas que tiene extrapolar un modelo a otro lugar, así como también los tiempos que esas trasformaciones han demandado, comienzan a adorar estos nuevos esquemas educativos como falsos dioses, reclamando su implementación inmediata en la convicción de que el sistema educativo actual es el problema que debe ser atacado. Esta convicción va aún más allá en el imaginario de estos grupos, que evangelizan acerca de la importancia de esta batalla revolucionaria, que una vez ganada, nos llevará a respuestas a una cantidad de otras urgencias actuales: desempleo, obesidad, depresión, cambio climático, hambre, pobreza… ¡Usted nómbrelo!

Pero, como la historia nos ha enseñado durante siglos, la realidad es mucho más compleja. Todas las situaciones y urgencias que hoy nos interpelan y a las que todos queremos encontrar una solución, son en realidad fenómenos complejos y multicausales. El sistema educativo, tantas veces vapuleado y colocado como el epicentro de todos estos problemas, es en efecto una parte clave de la transición hacia un futuro mejor, más solidario, más responsable, sustentable y equitativo. La educación es la solución, no el problema.

Que el sistema educativo actual requiere cambios profundos para transformarse en esa pieza central del ecosistema de construcción de mejores realidades, no existe ninguna duda. Que esos complejos y profundos cambios no han de ser tomados a la ligera, tampoco. Como la sabiduría popular reza, “lo bueno toma tiempo”, y si queremos resultados profundos y significativos, estos cambios no han de ser apresurados.

Debemos ante todo reconocer y definir adecuadamente el desafío al que nos enfrentamos, circunscribir las responsabilidades de todos los actores involucrados en este proceso, y avanzar en la construcción de planes de transformación progresiva y significativa en numerosas áreas de nuestra sociedad -la educación es uno de ellos-, que nos permitan caminar con más seguridad hacia ese futuro mejor que todos pretendemos alcanzar.

Pero para ello debemos, antes que nada, reconocer la responsabilidad que a cada uno de nosotros nos toca en este camino. León Tolstoi dijo una vez que “todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”, y yo creo que la crisis que estamos atravesando tiene mucho que ver con esta visión. Siempre es más sencillo licitar la responsabilidad de la situación y el peso del cambio en el prójimo, exigiéndole a éste el cambio que deseamos ver. Pero ha llegado el tiempo de tomar un rol protagónico en este proceso. En palabras de Mahatma Gandhi, está llegando el momento de “ser el cambio que queremos ver en el mundo”, y este proceso de cambio que debemos transitar en nuestra sociedad actual, requiere del compromiso de muchos.

En The Electric Academy estamos liderando la transformación del aprendizaje STEAM en actividades con participación activa de los aprendices.

Necesitamos un compromiso con la responsabilidad que este momento histórico nos impone, con la oportunidad, con el hacer, con nosotros y con los otros. Es tiempo de asumir nuestra singularidad como individuos, de abandonar el confort de la masa y enfrentarnos al hecho de que cada uno de nosotros somos nuestra propia construcción, única, irrepetible, mágica y compleja.

Y habrá miedo. Es hora de enfrentar que ese miedo no es a no dar la medida, sino algo más complejo. Parafraseando a Nelson Mandela, es momento de darnos cuenta de que “nuestro mayor temor no consiste en no ser adecuados, nuestro temor consiste en que somos poderosos más allá de toda medida. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que nos atemoriza. Nos preguntamos: “¿Quién soy yo para ser brillante, espléndido, talentoso, fabuloso?” Pero, en realidad, ¿quién eres tú para no serlo?”.

Ese es el compromiso que asumí al arrojarme en la búsqueda obsesiva por entender el talento y la singularidad humana. Y estoy convencido de que es el camino que todos los actores relevantes del ecosistema educativo debemos abrazar: el camino por entender la luz que hace única a cada una de las personas que todos los días deciden encarar la búsqueda de su mejor versión. Tenemos que hacernos cargo, ya no somos docentes, maestros o directores, somos líderes de una generación, y ese es el papel que nos toca desempeñar en esta historia.

La revolución que se viene no es por lo tanto educativa. Es mucho más amplia, profunda y compleja. Es más parecida a una revolución del aprendizaje que de los sistemas educativos. Es mucho más parecida a una evolución que a una revolución. Es la evolución del aprendizaje.

Podríamos decir entonces que, en este marco actual de incertidumbre y volatilidad, nuestro desafío más urgente es la evolución del aprendizaje, para hacerlo más respetuoso de la singularidad humana, más equitativo en la construcción de oportunidades, y más completo en el abordaje del talento, las aptitudes y actitudes de los sujetos, con el objetivo de empoderar a cada uno de ellos para que logren realizar la mejor versión de sí mismos que les sea posible alcanzar.

Únicos, maravillosos, y llenos de talento. En Academy cada aprendiz es orientado en un camino de desarrollo de sus habilidades y conocimientos. Colaborativamente, pero respetando tiempos de aprendizaje singulares.

Y es en este camino en el que nos encontramos en The Electric Academy, conscientes de que no es suficiente -sólo somos uno de los múltiples actores en el ecosistema-, y de que existen otras muchas fuerzas que inciden sobre el diseño del futuro que soñamos, pero con la convicción de que debemos profundizar cada día nuestro compromiso con ese futuro.

Estoy convencido de que las personas estamos construidas sobre la base de dos elementos fundamentales: las oportunidades que se nos presentan, y la habilidad de hacer algo con esas oportunidades. A través de The Electric Academy, queremos aportar a construir ese futuro que buscamos y necesitamos, ofreciendo una serie de elementos que sirvan a la evolución del aprendizaje y que ayuden a todos los actores de nuestra sociedad a comprometernos más profundamente con la construcción de oportunidades para todos, y con el desarrollo de los talentos y habilidades únicos y singulares que permiten a cada individuo alcanzar su mejor versión y colocarla al servicio del futuro.

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